Cuando en alguna parte leí «Nueva pelicula de Dragon Ball» tuve sentimientos encontrados: Por una parte temor, porque no fuese otra bazofia de imagen real que destrozase el buen nombre de la serie; por otra sorpresa, imaginando que pudiese ser una película en 3D con las más modernas técnicas de animación; finalmente, cuando supe que era en 2D, como tiene que ser, esperanza, por ver algo que de nuevo pusiese la saga en el candelero.
La película se proyectó en el Festival internacional de cinema fantàstic de Sitges 2013, y las de Dragon Ball: Battle of Gods fueron de las primeras que adquirí (juntamente con las de Captain Harlock 3D de la que ya hablaré en otro post), por miedo a que se agotaran. No iba desencaminado pues el día del estreno, en la cola de entrada al Auditori, cientos de frikis treintañeros (algunos con retoños) se amontonaban con camisetas de su serie de la infancia preferida para ver en el cine la nueva historia de Goku y compañía.
La película comienza donde lo dejó la saga de Boo, obviando casi por completo Dragon Ball GT. El argumento no es nada nuevo: un Dios de la destrucción, de nombre Bills, despierta de su letargo durante el cual ha tenido un sueño en el que encontraba un rival a su medida, el Super Saiyajin God (Déu Superguerrer para los que toda la vida lo hemos visto en catalán). Seguidamente parte en busca de ese Saiyajin para tener su soñado combate, pero claro la cosa no acaba ahí, cuando Bills no encuentra a su rival, su frustración hace que quiera destruir la Tierra.
La sorpresa llega cuando descubrimos que esta historia no se basa en las más que conocidas (técnicamente hablando) «yoyas» y «piñacos» que caracterizaron el final de la serie, en Dragon Ball: Battle of Gods, Toriyama se ha involucrado mucho en el guión y eso se nota. Es una história con los elementos más clásicos de la serie y mucha (mucha) nostalgia. La película tiene un sentido del humor excelente y los combates se reducen a lo imprescindible y más épico del film.
Por otro lado, la animación está también muy cuidada, poniendo las nuevas técnicas al servicio de unos personajes antiguos han conseguido mejorar la experiencia visual. La música, a su vez, mezcla temas muy conocidos de Dragon Ball con algunos nuevos que casan a la perfección con la historia.
En conclusión, Dragon Ball: Battle of Gods es, posiblemente, una de las mejores películas basadas en los personajes de Toei Animation que se ha hecho, y es, sin duda alguna, la historia que hace más justícia a la serie desde hace eones. Durante los 85 minutos de metraje [SPOILERS] cuando no estás con la piel de gallina por la música, estás riendo viendo a Gohan borracho disfrazarse de Great Saiyaman (Gran guerrer del vent) [/SPOILERS]
Y que sí, que los muy grumpies me vendrán a decir: [SPOILERS] «Pero y el bailecito que se marca Vegeta que? eh? Han destrozado la coherencia del personaje.» A lo que yo respondo: Mirad, Vegeta (cómo muchos de los otros personajes de la serie) JAMÁS ha tenido coherencia. Si no me creéis repasad su historia, desde que llega a la tierra hasta que se deja dominar por Babidi, pasando por cuando le hace un bombo a Bulma (sólo Cthulhu entiende el porqué). [/SPOILERS]
Así que, ya lo sabéis: no dudéis en haceros con una copia de la película, llamad a vuestros amigos de la infancia y disfrutar de este ejercicio de nostalgia llamado Dragon Ball Z: Battle of Gods que nos brindan Goku y sus amigos.
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