Jurassic World: Trevorrow reabre el parque de Spielberg

Cuando se anunció que parque jurásico reabría sus puertas en un formato más temático que zoológico, la emoción me embargó y fue una de las razones para escribir un post sobre los estrenos más esperados del año. Creo que nos sucedió lo mismo a todos los que en su día pudimos disfrutar de la cinta de Spielberg en pantalla grande, puesto que la película ha batido todos los récords de recaudación en su primer fin de semana y ya es el film más taquillero de 2015. Jurassic World ha abierto sus puertas y lo ha hecho con éxito de público y de crítica, veamos porqué.

La película no es demasiado original en su planteamiento: un rico empresario árabe decidió montar un parque de atracciones basado en los dinosaurios que Hammond consiguió traer de vuelta a la vida hace más de 20 años. En el backstage de Jurassic World, un grupo de genetistas se dedica a crear híbridos de dinosaurios y distintos animales para hacer de las nuevas criaturas atracciones cada vez más impresionantes y terroríficas. Una de estas creaciones supera todas sus expectativas y consigue escapar de su recinto, haciendo gala de una inteligencia y fiereza más allá de lo imaginable. Owen Grady (Chris Pratt), un entrenador de raptores, se verá en el deber de ayudar a Claire Dearing (Bryce Dallas Howard) a salvar a sus sobrinos, Zach (Nick Robinson) y Gray (Ty Simpkins), que habían ido a pasar un fin de semana junto a ella. Mientras tanto, Vic Hoskins (Vincent D’Onofrio), planea utilizar a los raptores de Owen como arma contra el monstruo asesino, para así poder probar la valía en combate de estos mortíferos dinosaurios y utilizarlos para el bien del ejército estadounidense.

Como veis, un malo muy malo, niños, una mujer fuerte e independiente y el héroe macarra y atractivo, nada que no se haya visto antes. De hecho, hay incluso un momento en de la película en que los guionistas parecen excusarse, en boca del personaje de Bryce Dallas Howard, comentando que hace veinte años los dinosaurios impresionaban, pero que si ahora quieres que alguien te venga a ver necesitas más. Pues pese a todo lo que pueda parecer, el argumento funciona a la perfección, y es que ya lo decía Woody Allen: «no copies jamás, pero si lo haces, hazlo de los mejores».

La película parece un film de Spielberg: aventuras, niños como protagonistas, humor, etc. Es verdad que se le pueden achacar muchos fallos en la historia o algunos detalles incomprensibles a no ser que sean algún tipo de broma interna, como que Claire se pase toda la película sobre unos tacones de vértigo siendo capaz, incluso, de correr más que un T-Rex hambriento. La cuestión es que el empaque final es tan satisfactorio que restan importancia a esas pequeñas cosas.

Gran parte del éxito de Jurassic World se basa en sus actores protagonistas: Chris Pratt y Bryce Dallas Howard hacen un gran trabajo. El gordito y entrañable Andy Dwyer dejó paso al cachitas de Starlord y ahora, como Owen Grady, demuestra que puede ser un grandísimo sucesor de Harrison Ford como Indiana Jones. Por su parte, la hija de Ron Howard podría causarnos el mismo rechazo que su padre, pero en lugar de eso presenta a una «workaholic» insoportable que acaba por convertirse en una heroína a la altura de Ripley. Sin ir más lejos, Claire salva hasta en dos ocasiones al héroe de la película y es ella, mientras el apuesto galán cuida de sus dos sobrinos, quien consigue encontrar una solución al problema de monstruo escapado.

Tal y como decía Claire, puede que los dinosaurios no impresionen lo que hace 20 años, es probable que jamás volvamos a sentir un escalofrío como el de ver a unos braquiosaurios (creo que eran braquiosaurios) mientras sube la música de John Williams, y Jurassic World no pretendía substituir eso, lo que pretendía (y consigue), es ser la mejor de sus secuelas, la más entretenida y la más «palomitera». Vale la pena pagar la entrada de cine para ver el espectáculo que Jurassic World supone, y eso es mucho más de lo que la mayoría de películas nos garantiza.